Las controversiales declaraciones de Rolo Sartorio nos invita a pensar sobre cuáles son las razones que llevan a un artista a manifestarse en contra de las movilizaciones sociales.
Por Daniel Péndola | El pasado fin de semana, el cantante de La Beriso volvió a verse envuelto en una polémica por los dichos desafortunados que expresó durante su paso por el Festival Nuestro. "La revolución es el respeto, no es tirar piedras, no es cortar calles como en los '70", lanzó antes de finalizar su concierto.
Al margen del gusto musical de cada uno, Rolo Sartorio es actualmente un ícono popular para miles de jóvenes y su poder de influencia conlleva una responsabilidad que, condicionada por un comportamiento políticamente incorrecto, no sabe manejar con sensatez.
El éxito de La Beriso emergió tras haberle brindado su apoyo a los integrantes de Callejeros, exigiendo su libertad y participando de diversos reclamos populares a favor de Patricio Fontanet: un contrasentido si se consideran de manera puntillosa sus más recientes declaraciones.
Rolo ha demostrado en más de una ocasión una posición conservadora y reaccionaria, por más que él pretenda mantenerse distanciado de la política -lo cual es imposible-. Hace dos años planteó la idea de armar un escuadrón antichorros, como también opinó que "los militares hicieron muy mal, pero la democracia también hace muy mal a la Argentina". Es evidente su ideología y no está mal que así sea, puesto que de eso se trata la libertad de expresión.
El problema yace en que Sartorio no piensa. A Sartorio lo piensan y no es más que un títere de la colonización pedagógica difundida por los medios de comunicación. Su postura no es ajena al discurso del poderoso, pues solo basta con observar cómo se refiere a los '70 para comprender que los vincula con una época de rebeldía, reivindicando indirectamente la teoría de los dos demonios.
Lo mismo sucede con la idea de armar un escuadrón antichorros o la equiparación de la dictadura con la democracia, ya que no son más que una serie de clichés frecuentados por el periodismo amarillista, los cuales no resisten al más mínimo análisis a la hora de razonar acerca de los motivos que conducen a la inseguridad y la delincuencia que se vive en el país.
Es un error definir a Rolo como un malintencionado, más bien se encuentra ajeno a la realidad: es un ídolo popular que llena estadios y convoca a miles de familias a sus recitales, pero lamentablemente no piensa por sí mismo y termina reproduciendo irresponsablemente el discurso de los medios hegemónicos, donde cortar una calle es más indignante que el hambre y el desempleo.
Al margen del gusto musical de cada uno, Rolo Sartorio es actualmente un ícono popular para miles de jóvenes y su poder de influencia conlleva una responsabilidad que, condicionada por un comportamiento políticamente incorrecto, no sabe manejar con sensatez.
El éxito de La Beriso emergió tras haberle brindado su apoyo a los integrantes de Callejeros, exigiendo su libertad y participando de diversos reclamos populares a favor de Patricio Fontanet: un contrasentido si se consideran de manera puntillosa sus más recientes declaraciones.
Rolo ha demostrado en más de una ocasión una posición conservadora y reaccionaria, por más que él pretenda mantenerse distanciado de la política -lo cual es imposible-. Hace dos años planteó la idea de armar un escuadrón antichorros, como también opinó que "los militares hicieron muy mal, pero la democracia también hace muy mal a la Argentina". Es evidente su ideología y no está mal que así sea, puesto que de eso se trata la libertad de expresión.
El problema yace en que Sartorio no piensa. A Sartorio lo piensan y no es más que un títere de la colonización pedagógica difundida por los medios de comunicación. Su postura no es ajena al discurso del poderoso, pues solo basta con observar cómo se refiere a los '70 para comprender que los vincula con una época de rebeldía, reivindicando indirectamente la teoría de los dos demonios.
Lo mismo sucede con la idea de armar un escuadrón antichorros o la equiparación de la dictadura con la democracia, ya que no son más que una serie de clichés frecuentados por el periodismo amarillista, los cuales no resisten al más mínimo análisis a la hora de razonar acerca de los motivos que conducen a la inseguridad y la delincuencia que se vive en el país.
Es un error definir a Rolo como un malintencionado, más bien se encuentra ajeno a la realidad: es un ídolo popular que llena estadios y convoca a miles de familias a sus recitales, pero lamentablemente no piensa por sí mismo y termina reproduciendo irresponsablemente el discurso de los medios hegemónicos, donde cortar una calle es más indignante que el hambre y el desempleo.